CLUB DE MONTAÑA
Por Oscar Puerta.
Medio recuperado de la Cavalls me tocaba ahora un nuevo reto: El UTSM (Ultra Trail de la Sarra del Montsant) en Tarragona.
Es un Ultra Trail de montaña diferente. No es tan masivo, ni famoso, ni con tanto desnivel, 4.000 metros positivos, en el que la diferencia es que aquí, no hay tantos avituallamientos. Se dice que es en semiautosuficiencia, es decir, cada participante debe llevar su propia comida, bebida y material de seguridad. Las comparaciones son odiosas pero son inevitables. Esta es mi segunda experiencia con las carreras de larga distancia y tenía que compararla con la anterior.
Sábado 19 Octubre
Son las 4:30 de la mañana y suena el despertador: -Debe ser un mal sueño!- pienso. Nada de eso, a las 5:00 hemos quedado para ir a Cornudella, lugar de la salida de la UTSM. María, Montse, Marc y Jacob me esperan. Esta vez Jacob y yo tenemos ayuda externa, importantísimo. Entro en el coche y no hablo por el sueño, tenemos tiempo de la penúltima cabezadita. Tenemos una hora y media de viaje. Llegamos antes de lo previsto. Hemos calculado mal. Podíamos haber dormido una horita más, pero ya no nos podemos lamentar, ahora tendremos más tiempo de organizarnos todo con tranquilidad.
Recogemos el dorsal, hacemos la foto de rigor para mandar y dejamos la mochila de vida que se llama. Es una bolsa que nos lleva la organización a la mitad de la carrera por si necesitamos cambiarnos de ropa, etc. Desayunamos tranquilos en un bar cercano al coche y empezamos a prepararnos. Ya me he despertado. Jacob no las tiene todas consigo, viene lesionado, de momento no le duele nada pero tiene los tobillos vendados y no sabe si acabara, de hecho no tenía ni que empezar.
Se acerca el momento, empieza el hormigueo en el estómago, control de material y entramos en el recinto de salida. Qué emoción. Allí nos encontramos con otro amigo, Josep, él también está muy nervioso, es su primera Ultra. Por ver a nuestro equipo de apoyo, estamos sin darnos cuenta en primera fila, en este tipo de carreras tan largas, es lo de menos, el objetivo es terminar. Pero la emoción de estar en primera fila no nos la quita nadie.
Salimos despacio, y un atleta rápidamente coge ventaja, nos miramos todos y nos preguntamos: ¿Pero dónde irá, si quedan 100km? Nosotros preferimos ir más despacio y no quemar los cartuchos antes de tiempo porque tenemos unos diez primeros kilómetros de subida. A Jacob ya le empiezan a molestar los tobillos y se va quedando poco a poco, aunque aguanta. Yo voy fresco, me siento bien y no me parece que voy muy fuerte, voy regulando y frenando. Aún y así vamos muy bien colocados, llegamos al primer control entre los veinte primeros. No nos importaba, esto acababa de empezar y la clasificación es lo de menos, pero María, Montse y Marc están muy emocionados, nos ven que vamos muy bien, igual un poco fuertes y nos animan a seguir así, pero con cabeza.
Seguimos subiendo y poco a poco voy aumentando la distancia con Jacob. Me siento mejor que en la Cavalls, los entrenamientos y el no tener tanto desnivel se nota. Cojo un grupito en el que voy bastante bien, conozco a Jesús y Álex, vamos hablando y éste último nos va enseñando como correr una Ultra. Es de por aquí, se lo conoce y tiene experiencia. Le hago caso. Viene la primera bajada y la disfruto aunque reservando mucho. No me emociono como de costumbre y sin darme cuenta llegamos a Ulldemolins, casi 20Km de carrera en menos de dos horas. Un tiempazo para ser una Ultra. Me llevan en volandas. Como no llevo reloj ni GPS ni nada no me doy cuenta pero voy un poco rápido, aunque no tengo esa sensación. Me siento muy bien, las piernas me responden. Marc me intenta convencer para bajar un poco el ritmo porque voy fuerte. Le pregunto por su hermano y me dice sigue sufriendo. Le pido que no de referencias exactas de mi paso a su hermano para que no se desanime, pero en cada pisada ve las estrellas.
Álex marca un ritmo perfecto. Voy alucinando y no paro de repetir ¡Qué pasada de paisaje!, Jesús opina lo mismo, es precioso. Un enorme pantano preside las grandes rocas esculpidas caprichosamente por el agua y el viento. No hago fotos porque vamos muy rápido pero voy cogiendo arándanos del suelo intentando no caerme y que no se caiga Jesús encima de mi, que a su vez, me va avisando que no coja muchos si no quiero tener problemas estomacales (como se llama finamente).
De repente Álex se queda y el resto seguimos, ¿Se habrá lesionado? ¿Habrá parado a mear? Otro atleta se pone a tirar pero va muy fuerte, el grupo se estira, intento seguirle pero va muy fuerte, aflojo y me quedo solo, Jesús se había quedado y Álex también. Sigo esperando a ver si me cogen, pero este tramo se me hace eterno. Bordeamos el pantano, una estampa preciosa con sus puentes. No tan preciosas son las interminables escaleras que subes y bajas y no te dejan coger bien el ritmo. Intento pensar en otras cosas, amig@s, recuerdos, en definitiva distraer la mente, pero me aburro. No puedo desconectar. Éste es uno de los tramos más monótonos y pesados. Después de este calvario llego a Margalef bastante bien físicamente aunque muy aburrido. Llevo 4 horas y casi 40 kilómetros. Nuestro equipo de apoyo está alucinando de lo bien que voy, yo también, me anima mucho. Es una gran suerte tenerl@s. Me reencuentro con Jesús que llega cuando yo me iba y le pregunto a ver qué ha pasado. Él tiene calambres y Álex me dice que no sabe que le ha pasado. Le intento esperar pero me dice que me vaya que necesita recuperar. Empiezo a engañar a la cabeza, el siguiente control está a sólo 5 km, esto me anima, aunque sigue siendo muy monótono.
Llego casi a la mitad de la carrera, La Bisbal de Falset, estamos ya en el kilómetro 45 y la cosa va demasiado bien hasta que al llegar al punto de control me dicen que voy sexto. ¿Cómo? No me lo podía creer. Sabía que iba rápido pero no tanto. Contra todo pronóstico, y lo que pudiera ser normal, en lugar de animarme, me vine abajo. Fue un mazazo. Me quedaban 10 kilómetros para parar a comer pero empecé a ver que el objetivo de terminar igual no lo conseguía. Me estaba dando cuenta que había cambiado el objetivo, error. En lugar de intentar terminar estaba compitiendo y no tenía la cabeza preparada. Me pasó factura. Me asusté. ¿Mal de altura? Puede ser. Me puse a llorar, una mezcla de emoción por lo bien que iba y a la vez impotencia por haber gastado más energía de la necesaria. Contento de lo que llevaba pero hundimiento de que a este ritmo igual no acabaría. Frené en seco, las piernas me temblaban, me adelantaron muchos corredores, la subida se me hizo muy larga. Le di muchas vueltas a la cabeza. Igual no estaba tan bien como me pensaba y parece que se me había olvidado que esto es una Ultra. No sé bien porqué lloraba, quizás no llevaba bien entrenada la cabeza. No quise coger agua en el avituallamiento, por evitar llevar peso y llegué justito, se me acabó y tuve que parar en una fuente a pocos kilómetros de Cabacés. Me vino muy bien. Era un lugar precioso, árboles enormes con musgo en sus cortezas, piedras a su alrededor, hojas secas por el suelo, un bosquecillo de hadas, que me dieron fuerzas. Parecía que empezaba a recuperar la cabeza.
Entre lágrimas, pero ahora más de alegría y de ganas de ver a mi equipo llego a Cabacés. Intento secármelas para que no me vean. Jacob ya está allí. Se ha retirado en el kilómetro 39, demasiado ha hecho para como estaba. Me cambio de ropa, me siento y me intento desahogar. El plato de pasta no pasa. Entre todos me consuelan, intento animarles yo también porque les veo que ha cambiado su cara. Ya no es la misma de antes. La mía creo que también, debo estar blanco, me ven sufrir y medio llorando, se me entrecorta el habla. Necesito relajarme y volver a la carrera. Parada larga, no importa tengo volver pero con la cabeza bien, entero. Intento ser racional. Borrón y cuenta nueva. Ahora empieza otra Ultra. He competido hasta aquí, ahora toca llegar como sea. Hay que acabar, primer objetivo, da igual la clasificación. Intento repetir una y otra vez, aunque aún no me lo acabo de creer. Con 2 Croissants de chocolate lo veo mejor, me voy con Marc, aunque solo me puedo comer uno, el otro se lo doy.
Parece que he vuelto, ya empiezo a restar como dice Jacob. Me ha venido bien ver a tod@s. He cambiado el chip. Subo a la Figuera sin muchos problemas, llego bien y estamos casi en el kilómetro 65, ahora parece que vuelve mi objetivo, el de terminar. Voy adelantando a corredores y además en el siguiente control sólo quedarán 30.
Llevo casi nueve horas de carrera y me planto en el 70, en Vilella Baixa, donde me esperan. Una gozada pasar por las calles de todos estos pueblitos, que parecen atrapados en el tiempo y tú recorriendo sus calles estrechas mientras retumban en las fachadas los aplausos. Piel de gallina. Bebo un poco de agua pero paro poco. Jacob me dice que me espere un poco más, pero me siento bien y a 5 km está el siguiente control y en otros diez les vuelvo a ver, que importante es saber eso. Saber que están ahí, esperándome, para lo que necesite, animándome.
Sigo cogiendo corredores, pero no por apretar. Es un tramo de pista y se puede correr, llevo el mismo ritmo pero el resto va aflojando. Me mantengo hasta llegar al kilómetro 75, Vilella Alta. No paro mucho. Al salir, en el horizonte me parece ver a Djanina, es la primera clasificada femenina. Eso me motiva para intentar cogerla, pero es imposible. Por su manera de correr parece que va cansada pero su ritmo es constante y yo no consigo mantenerlo. Me estoy quemando. En las subidas me acerco pero cuando llanea se me escapa de nuevo. Está empezando a anochecer y ya casi hace falta el frontal. Llegamos a pocos metros de distancia al control de Escaldei, kilómetro 80. Aquí están María, Montse, Marc y Jacob, que hablan con Djanina. Jacob le cuenta su retirada. Reponemos bien fuerzas porque es el último avituallamiento fuerte y aunque yo necesitaba un poco más de tiempo salimos los dos juntos. Nos toca afrontar uno de los momentos más duros, un tramo de unos 10 kilómetros todo subida. Una subida larga y en la que no me imaginaba que había que tirar tanto de manos. Antes de llegar arriba, prácticamente era escalada nocturna. Chulísimo. Pasamos por unas grietas entre rocas (El Grau de l’Escletxa, en la foto de día), con unas cuerdas fijas que nos ayudaban en algunos puntos. Me sentía muy cómodo. Me sentía como en casa, subiendo de noche, de roca en roca sin apenas esfuerzos. A Djanina le costaba más, pero le ayudaba, unas veces empujado desde abajo, otras cogiéndole la mano desde arriba. Me insistía por momentos que me fuera al verme más fresco. Le repetía una y otra vez mi objetivo, y así me lo creía yo también. Éste no era otro que llegar, mi clasificación era lo de menos y si además podía hacer que ella ganara me sentiría mejor todavía. Además, llegado a estos momentos es mejor hacerlo en compañía que así las penas son compartidas y se hace más ameno. Nos juntamos con más corredores y al llegar a la cima no pudimos disfrutar de las vistas pero si que lo hicimos de la niebla. La luz de los frontales a veces no llegaba a localizar las cintas. Se difuminaba. No veíamos con claridad el camino y en algún momento tuvimos que separarnos para buscar la dirección correcta. Al llanear y comenzar a descender Djanina me sacaba distancia, mis piernas estaban ya muy cansadas y no podían aguantar su ritmo, me tocaba sufrir en silencio, ella lo sabía y aflojaba un poco. Me animaba y me daba conversación, a mi me costaba hablar del cansancio. No quería que aflojara. Lo paso mal por momentos, apreto los dientes y sigo como puedo. Así hasta el último punto de control, la Morera. Ya hemos pasado la barrera psicológica de los 90 y el final se ve más cerca. Ahora está más claro que llegamos, hay que seguir sufriendo pero ya queda poco.
A la salida del pueblo y al ir hablando, nos despistamos y casi nos perdemos. Cogemos el camino bueno de nuevo. Quedan un montón de toboganes horribles pero ya está. Se hacen eternos. Es un tramo tipo calzada romana, están llenos de piedras, algunas sueltas y Djanina lleva la planta de los pies molida. Se desespera porque no puede coger ritmo. Intento animarle. No merece la pena ir más rápido, una lesión ahora sería lo peor. Hay que acabar con cabeza. Vamos hablando pero concentrados en cada pisada. Me vengo arriba de nuevo. El ritmo más lento y el animarle me hace sentirme cada vez mejor. El olor de la vendimia de las bodegas que pasamos me trae recuerdos que me animan más. Las luces de Cornudella a lo lejos nos anuncian que la llegada está próxima. Pasamos por sus callejuelillas casi flotando sin apenas tocar el asfalto con una sonrisa y felicitándonos. Paro un poco para que Djanina tenga su momento, le dejo unos metros. Las cámaras le están esperando, luego ella me espera. María, Montse, Marc y Jacob también. Qué alegría!!! Son algo más de las once de la noche, o sea que hace 14 horas que hemos salido del mismo sitio donde acabamos de llegar, después de recorrer 100 kilómetros. Otra más, …FINISHER!!!
Me reencuentro con Álex, me da un abrazo, me felicita y me dice que ha ganado, está exhultante, no se lo acaba de creer, me alegro un montón por él, se lo merecía. Al acabar de hablar con él llega Jesús con calambres en las piernas y me cuenta que se quedó sin pilas en el frontal y llegó casi a oscuras, me alegro también por él. Ya en la ducha apenas me podía mover, aunque intento ir rápido porque me están esperando cansados mis asistencias, que también han hecho una ultra para intentar estar a mi lado en todo momento. Cuando entro en el coche caigo rendido pero satisfecho. Objetivo cumplido, ya he sumado todos los puntos. GRACIAS
Sorpresón cuando al día siguiente me llegan mensajes y llamadas diciendo que me han visto por la tele en el Telenoticies, en la salida y en la llegada. Aquí os lo dejo.
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